-¡Riiiing! ¡Riiiing! ¡Riiiing!
Un ruido ensordecedor me pone en
alerta. Miro mi móvil: la alarma de las ocho. Entonces observo el atardecer. El sol
tiñe de rojo el cielo del crepúsculo. He perdido completamente la noción del
tiempo. ¿Dónde estoy? ¿Cuántas horas llevo aquí? Son tantas las preguntas…
Me pongo en pie, con la intención
de examinar mi situación. Me encuentro en un parque no muy grande, adornado con
chopos de hojas brillantes. Los niños corren entusiasmados de un lado a otro
del recinto limitado por carreteras. Me duele la cabeza, me lloran los ojos y
tengo la boca seca. Carraspeo grotescamente, esto me destensa un momento.
-¿No vas a sentarte?
Mis sentidos se ponen alerta de
nuevo. Giro la cabeza lentamente, creo que el tiempo se ha detenido en un solo
segundo. Me cuesta un gran esfuerzo darme la vuelta. Sentado sobre el banco en
el que me encontraba hace unos segundos veo a un muchacho no mucho mayor que yo,
de vivos ojos azules y cabello negro como la noche.
Miro hacia ambos lados. ¿Está hablando conmigo? Parece que mi reacción le resulta cómica, pues sonríe
animadamente.
-Sí, a ti –Lo miro un segundo a
los ojos. El silencio se prolonga hasta que el muchacho vuelve a hablar- ¿Eres
extranjera? ¿Puedes entenderme?
-Eh… ¡Ah! Sí, sí, claro… Sí, creo
que me sentaré otra vez, gracias.
No tengo más que flexionar las
rodillas para encontrarme de nuevo sentada en el banco de madera.
-Eres simpática, ¿Cómo te llamas?
–me pregunta.
-Tommy… No, no, perdón, Triana
–Siento como toda la sangre se concentra en mis mejillas.
-Bueno, hay bastante diferencia
entre uno y otro. ¿Cuál es tu nombre real?
-Triana, pero mis amigos me
llaman… me llamarán Tommy -no parece percatarse de mi reacción, así que continuo- Realmente no
sé porqué.
-Ya veo… Entonces, Tommy, ¿Eres
nueva por aquí? No te había visto nunca, y pareces un poco perdida.
No sé que responder. No puedo
decirle la verdad, ya que ni siquiera yo sé cual es realmente. Además, aunque
la supiese seguramente él no me creería.
-Sí, algo así. Disculpa, ¿Puedo
saber yo tu nombre?
-Por supuesto, me llamo Iván. No
tengo un nombre tan exótico como el tuyo, pero espero que sirva.
Su comentario me hace reír y
siento de nuevo el rubor en mis mejillas.
-Claro que sirve, de hecho, creo
que es un nombre muy bonito… -La sonrisa se borra de su rostro y me mira algo
sorprendido, incluso avergonzado diría yo- Esto, ¿Puedo preguntarte algo?
-¿Claro, que quieres saber?
No he de sacar conclusiones
precipitadas, ni he de parecer una loca, por lo que intento buscar alguna
pregunta aparentemente normal.
-¿No habrá por esta zona un
instituto llamado Holly Royal?
-No, no me suena. A propósito,
¿Qué significa exactamente Holly Royal? No le encuentro ningún sentido.
-No creo que lo tenga –respondo
algo malhumorada. Iván parece notarlo.
-Pero no, no creo que haya ningún
colegio ni instituto por la zona que responda a ese nombre.
-Mmm… Bueno, ¿Podrías decirme que
día es hoy?
-Pues día dieciséis, domingo.
-¿De qué año?
-Dos mil doce –me mira extrañado,
no respondo.
Se me hiela la sangre. Lo temía.
Claro que lo temía, ya lo daba por hecho. No soy capaz de contestar. Me levanto de un
brinco. Las lágrimas empañan mis ojos, estoy tiritando. Corro. Solo sé que mis
piernas comienzan a moverse rápidamente, pero de forma involuntaria. No sé cómo, pero llego al portal de mi
finca. Me giro; al otro lado de la carretera veo el parquecito, y a Iván que
grita, creo que dirigiéndose hacia mí. No soy capaz de entenderle.
Abro la puerta del gran edificio
y subo las escaleras llorando. Entro en mi apartamento, aunque
realmente no sé como lo he diferenciado, pues es la segunda vez que veo el
interior de esta finca.
El piso está tal y como lo dejé. Me tumbo en
la cama de un golpe, sin ni siquiera quitarme los botines. Las lágrimas ruedan
por mis mejillas hasta aterrizar en el almohadón, ya empapado. Lo último que
recuerdo es la imagen de Iván girando en mi mente, y su sonrisa, su inolvidable
y sincera sonrisa…
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